Conformismo en la era digital:cómo pensamos frente la abundancia de información
“First we build the tools, then they build us.” — Marshall McLuhan
Hace algunos días vengo leyendo con mucha fascinación la biografía de Van Gogh escrita por Steven Naifeh y Gregory White Smith, que por cierto recomiendo muchísimo no sólo por lo interesante de la vida de este artista, sino también por el increíble trabajo de investigación que ha tenido esta obra detrás.
Ahondar en los pormenores de la vida de Van Gogh, quien nació hace exactamente 168 años, me trasladó a una época en la que la existencia discurría, más allá del aspecto cultural del país, ligada no sólo a convenciones sociales determinantes, sino también a una cotidianeidad más afianzada al orden de la naturaleza, dueña fundamental de la posibilidad de progreso económico de familias que dependían exclusivamente de ella para subsistir y desarrollarse.
En un conexto en que no existía la iluminación eléctrica, los hábitos diarios se organizaban en torno a la cantidad de horas de luz natural, y aúnque existieran las láparas de aceite o de gas, la rutina se disponía de manera de aprovechar al máximo las bondades naturales.
Sim embargo, pensar que hace sólo 168 años no existía, por ejemplo, la luz incandescente, me ha hecho reflexionar acerca de cuán diferente era la vida de lo que hoy conocemos, en la que todo lo que vivimos puede guardarse en un dispositivo que cabe en la palma de la mano, con el que podemos inclusive conectarnos a los puntos más remotos del mundo.
Y claro, hablar de 168 años puede resultar una eternidad, y ciertamente lo era para la gente que vivió en 1850, para quien la esperanza de vida rondaba apenas los 42 años.
Pero ocurre que para nosotros la situación resulta muy diferente: acostumbrados cada vez más a oír historias de gente que sobrevive a los 100 años, esa temporalidad que parece infinita se va acortando cada vez más haciendo posible, gracias al vertiginoso desarrollo tecnológico actual, que podamos ser testigos de avances que en cuestión de apenas una década revolucionan desde nuestra salud, hasta nuestra cotidianeidad más íntima por completo.
Aunque sí, es cierto que la velocidad de implementación de estos avances tecnológicos hace un siglo y medio no era ni una pizca de lo que es hoy en día, pero eso no quita el hecho de que desarrollos como el tendido eléctrico, la luz incandescente, el automóvil, o incluso el refrigerador hayan revolucionado la cotidianeidad de las personas en un nivel de impacto aún mayor al producido por la computadora o el smartphone.
Es por eso que imaginar que las sociedades del mundo pueden evolucionar tanto en lo que hoy puede durar la expectativa de vida de una persona en un país desarrollado, es decir entre 85 y en algunos países, hasta 100 años, nos invita a refexionare acerca de todo lo que aún puede cambiar en los próximos apenas 50 años.
Pero es cierto, ante la avalancha de nuevos inventos que se suceden año tras año y casi a un paso de incorporar inteligencias artificiales como miembros comunes de nuestra sociedad, puede que resulte dificil pensar qué otro invento tan importante pueda llegar a cambiar el curso de nuestras vidas. ¿Los autos voladores? ¿La telekinesis? ¡¿los gobiernos sin corrupción?!
No obstante, aunque que dé vértigo el sólo pensarlo, mientras nos hundimos absortos en los colores brillantes de una diminuta pantallita, los días se transforman en años y los años se convierten en décadas en un abrir y cerrar de ojos.
La vida discurre en un trajín apresurado mientras que, sin darnos cuenta, somos testigos de la evolución de un mundo que no se deniene para tomar descanso.
Pero si de algo estamos seguros es de que los años venideros traerán consigo un sinnúmero de desarrollos técnicos que competirán entre sí por cuál revolucionará más veloz y eficazmente nuestra existencia en esta Tierra o quizá también en otras. Bastará un gesto tan simple como levantar la mirada para ser partícipes de esa transformación a la que nos anima la infinita curiosiudad humana.
Picture: Armando Ascorve Morales