Conformismo en la era digital:cómo pensamos frente la abundancia de información
No es novedad que el confinamiento producto de la pandemia ha exarcervado la ya elevadísima cantidad de tiempo que permanecemos expuestos a las pantallas. Al acostumbrado consumo de redes sociales y plataformas de streaming se han sumado ahora nuevos/viejos canales en los que la estrella es la videollamada, y unos cuantos otros medios que hacen posible no sólo conectarnos con otros, sino también trabajar o estudiar, y que parecen haber llegado para quedarse.
Tampoco es novedad el hecho de que este acrecentamiento de las horas en las que permanecemos “conectados” en realidad contribuye a que precisamente no lo estemos tanto: la tendencia al multitasking y la ingente cantidad de información a la que nos vemos expuestos facilita el agotamiento mental, la falta de concentración, así como también la consecuente falta de motivación.
Languidez crítica
Este continuo declinamiento en la capacidad de atención y concentración a la que nos empuja la vida hiperconectada pareciera facilitar en muchos casos la pereza intelectual, es decir, la tendencia a no objetar demasiado la información que consumimos a riesgo aún de dar por ciertos aquellos presupuestos y afirmaciones que no lo son.
El surgimiento constante de noticias aún en desarrollo y por consecuente redactadas a ritmo frenético y casi sin chequear, sumado a la capacidad de compartirlas a velocidades descomunales, ha provocado la divulgación de información inexacta donde lo que importa no es el contenido sino las reacciones que aquellos titulares provocan en la miríada de usuarios indignados que se encargan de reformular ese contenido con cada nuevo reposteo.
Esto que mencionamos anteriormente tampoco es nuevo, aunque sin embargo esta posibilidad no atenúa el hecho de que el consumidor y a su vez nuevo productor de información, cada vez con menos tiempo y energía comparte sin chequear todo aquello a lo que tiene acceso en un escenario vertiginoso en el que el humor se mezcla con lo urgente y lo indignate transformando la realidad en un meme.
Es así que situaciones complejas del ámbito económico y político de un país se traducen de manera simplista en un conjunto de imágenes graciosas que apela más a la ironía y al sarcasmo que al pensamiento crítico y el análisis, dejando de lado valoraciones respecto a la sensibilidad y/o gravedad de los hechos en cuestión.
Analizar y pensar críticamente conlleva tiempo y atención, y estos son dos requisitos que escacean en un ambiente digital en el que abunda la fatiga y la necesidad irremediable de entretener a un cerebro cada vez más disperso.
Hacia una tendencia conformista
En el horizonte de este desenfrenado e incontenible desarrollo de la vida digital hiperconectada se avizora una tendencia conformista en donde las opiniones se alinean en base no a argumentos bien definidos y probados, sino en estructuras de autoridad fundadas en números de seguidores y volúmenes de replicación del contenido.
Este fenómeno de sumisión a las ideas y contenidos impulsados por determinados referentes “influyentes” o medios de comunicación frente a los que no parece caber el beneficio de la duda, corre riesgo de contribuir al conformismo con distintas versiones de la realidad que circulan en una lógica de comunidad en la que el discurso se reduce y reproduce continuamente intentando aplacar las disidencias multiplicando el tráfico de versiones construidas dentro de la misma comunidad.
El botón de compartir, así como también el de bloquear, se convierten en las armas predilectas en la batalla dirscursiva que surfea las plataformas.
En el medio del enfrentamiento, agotado por la sobreexposición, por la intoxicación de contenido y temeroso de quedar exluído de los bandos que conforman esta guerra fría, el consumidor voraz de información se arrima a uno de los bandos no sin el gran temor que implica también el ser señalado como el diferente, el contra, el rebelde. Expresarse sí, pero dentro de los límites de corrección que permite cada uno de los relatos.
Ante este panorama preocupante surgen las preguntas: ¿cómo escapar a la lógica de esta cultura digital en la que predomina el entretenimiento, el conformismo y el pensamiento laxo? ¿cómo incentivar el espíritu critico frente a un escenario en el que los algoritmos deciden en qué debemos pensar y cuáles son nuestros deseos? ¿cómo contrarrestar la información falsa sin acallar los discursos?
Chispazo neuronal:
“Si soy como todos los demás, si no tengo sentimientos o pensamientos que me hagan diferente, si me adapto en las costumbres, las ropas, las ideas, al patrón del grupo, estoy salvado; salvado de la terrible experiencia de la soledad. Los sistemas dictatoriales utilizan amenazas y el terror para inducir esta conformidad; los países democráticos, la sugestión y la propaganda. (…) El poder del miedo a ser diferente, a estar a solo unos pocos pasos alejado del rebaño, resulta evidente si se piensa cuán profunda es la necesidad de no estar separado. A veces el temor a la no conformidad se racionaliza como miedo a los peligros prácticos que podrían amenazar al rebelde.” --- Erich Fromm en El arte de Amar (1956)