Escribir sólo cuesta escritura
¿Alguna vez te has sentido el peor escritor del mundo? Estoy segura de que sí. El comúnmente llamado síndrome del impostor no distingue profesión ni años de experiencia. Incluso me animaría a decir que se siente más presente cuando la tarea a desempeñar requiere no sólo nuestro esfuerzo personal, sino que también involucra nuestros sentimientos y pensamientos más profundos.
Verás, escribir, aunque no sea más que un artículo en un blog o un simple posteo en una red social, involucra nuestra perspectiva, nuestra visión de mundo, nuestro pequeño recorte de la realidad, y eso hace que siempre queden huellas nuestras en el producto final. A pesar incluso de nuestras pretensiones de objetivismo, nuestra esencia queda impregnada ahí.
El saber que nuestra huella permanece allí, indeleble, es el motivo por el cual la confianza en nuestras palabras se empieza a desmoronar.
Y sí, muchas veces no queremos parecer “tontos”, estamos demasiado preocupados porque lo que escribimos no nos de una imagen de poco inteligentes o simplemente nos aterroriza la idea de desnudar nuestros pensamientos frente a la mirada ajena.
Esta desconfianza en lo que escribimos procede de un hecho muy simple: no estamosnfamiliarizados con el mero hecho de escribir. ¡¿Pero cómo?! me dirás. Y es que sí, no estamos acostumbrados a tomar la escritura como una actividad más, convertimos el acto de acomodar una oración tras otra en algo superior.
Escribir se convierte en una actividad exterior a nosotros, algo de lo que no nos creemos dignos. Quizá por la admiración que nos despiertan nuestros autores favoritos, quizá porque nos apresuramos a comparar largas trayectorias con nuestra pequeña – pero valiosa – experiencia.
Diría incluso que lo también nos desanima es la falta de práctica diaria, el hacer de la escritura un hábito más tanto como caminar o andar en bicicleta.
Pero, ¿qué significa ser escritor? Me gusta pensar que un escritor es como un arquitecto que construye edificios de sentido una palabra a la vez. Nada más ni nada menos.
Pensarlo de esta manera nos aleja de esa costumbre tan difundida de creer que los escritores son únicamente aquellos prodigiosos que crean desde una inspiración absoluta, casi tocados por una varita. Un mito que se diluye rápidamente al leer las memorias de aquellos grandes escritores que dan cuenta de cómo este oficio requiere de práctica y ejercicio diario.
Me gusta especialmente la definición de la autora americana Natalie Goldberg para quien el escritor es como un albañil que va construyendo castillos de sentido que lucen cada vez más grandes y mejores a través de la práctica diaria.
En dos de sus libros más conocidos, Thunder and ligthning y Wild Mind, la escritora desentraña sin piedad el mito del escritor prodigioso y propone la práctica de escritura diaria como medio para librarse del síndrome del impostor y del bloqueo creativo.
Práctica de escritura
Al igual que Julia Cameron con sus “morning pages”, Goldberg propone encarar el ejercicio diario de escribir en un simple anotador todo aquello que se nos cruce por la mente. La idea es tan simple y sencilla como sentarnos frente a la hoja en blanco y llenar página tras página con el flujo de nuestros pensamientos.
No importa cuánto tiempo nos tomemos ni de qué vamos a hablar, el objetivo es adquirir el hábito de poner en palabras lo que pensamos.
Lo importante es no detenerse a releer y preocuparse por cuestiones de estilo, simplemente dejarse llevar por el impulso del momento. Una vez terminada la sesión de escritura, o incluso días después, el releer lo escrito nos ayudará a conocer qué es lo que pensamos, cuáles son aquellos temas que nos importan o incluso cuáles son las temáticas que eludimos. Es este reconocimiento el que nos va acercando de a poco a nuestra mente y nos hace confiar en nuestras palabras.
Guía para la práctica de escritura
Natalie Goldberg plantea siete reglas con las que encarar nuestra práctica de escritura diaria:
- 1- Mantén la mano en movimiento: una vez que te sentaste a escribir, no pares ni des lugar a la aparición de tu crítico interior ni al editor mordaz.
- 2- Pierde el control: escribí sobre lo primero que te venga a la mente, no importa si es o no apropiado o si es verdadero o no.
- 3- Se específico: no se trata de elegir palabras ni de ser elusivos sino de poner por escrito con lo que pensamos.
- 4- No pienses: generalmente nuestra mente discurre entre una serie de pensamientos primarios y pensamientos secundarios más elaborados sobre los que hacemos un mayor análisis. Preferí siempre quedarte con el material más crudo.
- 5- No te preocupes por la puntuación, la gramática ni el estilo.
- 6- que sos libre de escribir la peor novela del mundo, el más terrible artículo de opinión. Nadie te va a juzgar.
- 7- Andá justo a la yugular: si te asusta escribir acerca de un tema en específico, ve por él. Enfrentá aquellos que te da miedo porque allí está el centro de energía de toda escritura.
Lo que conseguirás con la puesta en práctica de esta serie de recomendaciones y ejercicios es el asumir la escritura desde una posición de humildad y de disfrute. La puesta en funcionamiento de una actividad que debe asumirse como un hábito más dentro de nuestros quehaceres cotidianos más que como un padecimiento o como algo que a lo que solemos asumir con una responsabilidad agobiante. La práctica diaria es el medio por el cual adquierir la confianza que te permitirá adentrarte sin miedo en nuevos estilos y proyectos más ambiciosos.
La idea es convertir la escritura en una herramienta más para comunicar lo que pensamos más que convertirla en una meta en sí misma.
Picture: Angelina Litvin en Unsplash