¿Por qué no podemos ser felices?


“The problem with (wanting) more is that there is an infinite hole that can never be filled.” – Seth Godin

La palabra felicidad es un término tan esquivo como el sentimiento mismo, porque… ¿qué significa ser feliz?¿cómo definir ese estado que pareciera tan estático y cerrado si la vida misma es una montaña rusa plagada de pendientes y depresiones abrumadoras?

Considerando estas cuestiones, hablar de felicidad pareciera imposible. Y no existe algo así como un estado de máximo jolgorio y disfrute porque, queramos o no aceptarlo, los humanos somos seres imperfectos, cambiantes, pero sobre todo, insatisfechos.

Siempre queriendo más, siempre buscando exprimir hasta la última gota aunque esta actitud termine por dejarnos vacíos, con la sensación de “esperaba sentirme realizado después de todo esto”.

Esa búsqueda desenfrenada de “la felicidad” termina por convertirse en un absurdo en sí mismo ya que siempre nos quedamos con sabor a poco.

Será por eso quizá que cada vez que alcanzamos una meta, un sueño, o un hito muy deseado tememos aferranos a él por miedo a que eso que tanto ansiamos y su consecuente estado de bienestar se desvanezca en un abrir y cerrar de ojos.

Recuerdo haber leído hace mucho tiempo una entrevista a Hugh Laurie en la que contaba que por más de cuatro años vivió en un hotel en Estados Unidos sin deshacer su maleta porque estaba convencido de que el éxito con House MD. se derrumbaría pronto y debería volver a Inglaterra.

“I’ve never been convinced that happiness is the object of the game. I’m wary of happiness.” – Hugh Laurie

A veces esa dificultad de aceptar lo bueno que nos pasa se termina por convertirse en una incapacidad de disfrutar nuestros logros y por consiguiente de la vida misma.

Y no se trata de pesimismo ni tampoco de una actitud derrotista: simplemente desarrollamos una interpretación errada entre lo que creemos que es la felicidad y lo que verdaderamente es.

A veces puede llevar mucho – demasiado – tiempo ser consciente de ese mecanismo de defensa que termina por derrivar no sólo nuestro ánimo y energía, sino también nuestra capacidad de sentir más allá de los límites que nos imponemos.

“No siento nada”, “nada me hace feliz”, “no sé qué pasa conmigo”, “me siento vacío”, nos decimos. Nada puede romper con la cápsula contenedora que hemos creado para prevenirnos de no sentir ni confiar demasiado.





La dificultad para creernos la realidad que nos rodea lleva a la desconfianza, la desconfianza al miedo y el miedo a la ansiedad. El círculo vicioso ha comenzado. Nada nos llena. Pareciera que estuviésemos agujereados por todos lados.

Pero la clave para romper con esa cápsula y dejar caer ese muro de contención tal vez esté en descubrir el sesgo y correr el velo.

Quizá ayude comprender que puede que no haya algo así como “la felicidad”, ese concepto tan cerrado y elevado por nuestra imaginación que pareceiera inalcanzable.

Tal vez podemos pensar que existen un puñado de buenos momentos, épocas o incluso instantes en que la vida nos sonríe. Y por más fugaces que resulten, debemos aprender a disfrutar esos momentos que de vez en cuando nos regala ese sube y baja que es la existencia y que son como el dulce después del pinchazo.

Después de todo, tanto la tristeza, como los errores y más aún los obstáculos son necesarios para enteder las lecciones que necesitamos aprender y recordarnos que estamos vivos.